Crear una identidad de marca desde cero siempre es emocionante, porque las posibilidades parecen infinitas. Es precisamente esta gran variedad de posibilidades lo que dificulta la labor, así que empecé a delimitar y acotar junto con la clienta aquello que podía servir y lo que no. 

Estar en contacto y tener claras las preferencias de la clienta fue fundamental. Lo que tenía claro era el color, pero … ya sabemos que el color no construye una marca. Teníamos por delante un ejercicio previo para conocer todo lo que iba a envolver a la nueva empresa: valores fundamentales, personalidad de la marca, etc. 

Una vez habíamos definido todo esto y con el briefing en mano, me puse a trabajar en una propuesta de identidad visual que abarcaba, ahora sí, los colores que ella me había mencionado, tipografías, logo, grafismos y más. Para mi es importante respetar las preferencias de mis clientes/as. Al fin y al cabo son ellos/as los/as que día a día van a estar trabajando con la marca y no hay nada más satisfactorio que puedan sentirla suya, propia. Esto pasa por cuidar y prestar atención a sus deseos.

En una reunión posterior expuse el proyecto a mi clienta antes de poder avanzar en las fases. Saber que estamos en la misma página y por buen camino es importante para no malgastar tiempo y energía, para avanzar de forma correcta y paulatina.

Con el visto bueno elaboré un manual de implementación que le serviría para trabajar el día al día. Como material de apoyo cree las plantillas de facturas, proformas, presupuestos y comunicaciones. Sobra decir que es importante cuidar también estos detalles y documentos porque son fundamentales: comunican y refuerzan la identidad de la marca. 

Después diseñé las tarjetas de visita y algunos flyers que la clienta me pidió para empezar a hacer promoción a puerta fría de sus servicios. Mi trabajo con la identidad de marca estaba hecho. Quedaba el otro bloque del proyecto: la página web.